jueves, 31 de diciembre de 2009

Deudos exigen recuperar a los 63 carboneros

A casi cuatro años de Pasta de Conchos, no hay culpables

Pasta de Conchos, la tragedia más grande de la década en Coahuila, es una herida que aún está viva, que sangra, un dolor para los deudos de 63 de los 65 carboneros que murieron en la explosión de la mina y que siguen sepultados en el socavón, pues sólo dos cuerpos fueron recuperados.
A casi cuatro años del siniestro de aquel fatídico 19 de febrero de 2006, que enlutó a decenas de hogares y que dejó 116 huérfanos en la región carbonífera, el rescate que exigen madres, padres, viudas, hijos y demás familiares para recuperar los restos de sus esposos, padres e hijos, no ha ocurrido.

El accidente se adujo desde un principio a la falta de medidas de seguridad en el yacimiento de carbón, propiedad de la empresa Industrial Minera México SA., (IMMSA), del poderoso Grupo México. Ninguno de los presuntos responsables pisó la cárcel.

El accidente es un reflejo de la crisis que enfrenta el sector minero en el país y que en julio de 2007 se agudizó con la decisión de los obreros de la sección 65 del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana de irse a la huelga en Sonora, Guerrero y Zacatecas, sin que hasta la fecha haya visos de llegar a un arreglo.

En Pasta de Conchos, las viudas y deudos aún esperan a sus muertos, han peregrinado por las dependencias en demanda de justicia y con la exigencia de que se reanude el rescate.

Se quejaron en la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y en el extranjero, en Ginebra, Suiza, ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), con equipos de relatores y defensores.

Los niños son los que más sufren por el padre ausente. José Luis dibuja a su papá, enterrado. Antes lo delineaba lejos de un sepulcro y luego pregunta: “¿Mi papi va a venir un día a mi fiesta de cumpleaños?”.

Su hermana Sonia contesta: “¡No! y lo regaña “José, acuérdate que papá ya se murió”.

No se resignan a la pérdida

Chucho Arzola, tiene 12 o 13 años, hizo en plastilina la figura de su padre y la sentó en una silla. Cada quien, como puede, lo tiene presente y aún no se han resignado a su pérdida.

En el acceso a la mina continúa el campamento donde estaban en plantón permanente algunas de las esposas y madres de los obreros caídos, quienes recibieron de inmediato el apoyo del obispo de la diócesis de Saltillo, Raúl Vera López y de diversos organismos civiles.

Ahora, miembros de La Otra Campaña ocupan el lugar, la mayoría de las señoras se retiraron de ahí. Norma Vitela viuda de José Ángel Guzmán es una.

“Ha sido muy duro, fue ir y venir a la mina y a todos lados, pero nos ignoraron, ni el entonces presidente Vicente Fox nos hizo caso, tampoco Felipe Calderón, por eso mejor me retiré”.

Durante más de tres años se mantuvo en pie de lucha con sus compañeras de dolor, pero lamenta haber descuidado a sus cuatro hijos, uno de ellos con parálisis cerebral (hidrocefalia), quienes le pidieron que ya no fuera y se quedara en casa.

“En estas fechas de Navidad y Año Nuevo es más difícil, nos hace falta”.

Relata que cada mes lleva un ramo de flores al altar que improvisaron a la entrada de Pasta de Conchos, aunque saben que no quedaron ahí, sino a más de dos kilómetros, donde considera que se debe levantar un mausoleo para rezarles.

El gerente de la empresa IMMSA, Rubén Escudero, se fue a Chihuahua donde enfermó y murió el 24 de octubre.

Tanto para la Secretaría del Trabajo y Previsión Social federal como para la empresa propietaria IMMSA, es un caso cerrado. Con base a dictámenes de expertos las autoridades decidieron no seguir la búsqueda debido al riesgo de derrumbes.
San Juan de Sabinas, Coah.

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